martes, 30 de septiembre de 2008

A Madrid, sin remordimientos

Ya comenté hace unos días que el otoño de El Caminante llegaba con cambios. Este es un buen momento para anunciar la dirección de dichos cambios, sobre todo teniendo en cuenta que este que leéis es el post número 100 de este blog.

Ya son 100 posts, cien historias y muchos comentarios. El Caminante arrancó oficialmente a mediados de septiembre de 2006. Un inicio prometedor que se vio truncado rápidamente ya que después pasó cerca de ocho meses sin actualizar contenidos. Fue en ese momento, coincidiendo con una mejora laboral, que decidí retomar el camino de la blogosfera de nuevo. Desde ese mayo de 2007 El Caminante adoptó el nombre con el que es conocido hoy en día y la regularidad se mantuvo más o menos como la de ahora, esto es, entre uno y tres posts por semana.

Al tiempo, han crecido mis enlaces y son muchas personas y millones de historias las que han ido apareciendo puntualmente a la derecha de estas líneas. Ahora sólo me cabe parafrasear a Samuel Eto’o y decir que intentaré a llegar a los 200 con la misma camiseta.

No sé que me depara el futuro, nadie lo sabe de hecho, pero ya se puede hacer público que los próximos posts se escribirán desde la capital del imperio, léase Madrid, donde voy a instalarme durante un tiempo con el objetivo de ampliar mi formación Máster mediante. Eso quiere decir que, temporalmente, dejo mi trabajo en la web de La Vanguardia.

En paralelo, mama y papa Caminante han decidido ampliar la familia. Nace un nuevo blog, El Caminante fotógrafo, una bitácora de fotografía en la que una imagen no valdrá más que mil palabras porque siempre tendrá un texto que la acompañe. Se trata de un experimento, así que habrá que ver cómo evoluciona. En todo caso, espero que crezca como lo hecho esta nave nodriza en la que viajáis ahora mismo.



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De reojo:Próximamente, retomamos las crónicas israelitas. Hasta entonces, sigue disponible para todo aquel quien quiera una galería de imágenes de Israel en mi Facebook. Haced click aquí.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Levitas y tirabuzones en Mea Sharim

De las miles de personas que transitan por Jerusalén, quizás los que más curiosidad despiertan a ojos de un Caminante europeo son los judíos ultraortodoxos, cuyas levitas negras, camisas abotonadas hasta el cuello, y largos tirabuzones los hacen bien visibles. Quise verlos de bien cerca y por eso pedí a mi colega Juan Miguel Muñoz, corresponsal en Jerusalén de El País, que me acompañara a visitar el barrio de Mea Sharim. Esta zona de la capital israelí, fuera murallas y rozando con Jerusalén Este, es el lugar donde se han asentado los Haredim (ultraortodoxos). Caminamos por allí cuando el Shabbat, día festivo para los judíos, ya languidecía. Lo primero que llama la atención de Mea Sharim son los carteles que hay en sus accesos: prohibido vestir de forma poco recatada, obligación ésta que se aplica de forma vehemente a las mujeres, hasta el punto que algunos Haredim escupen al suelo como forma de protesta al ver un mujer indecentemente vestida. Este grupo siguen una serie de obligaciones que, a mis ojos, serían más propias de un blog de humor que de este. Muñoz lo explicó mejor en un interesante reportaje.

Este correponsal me contó mil y una anécdotas de este grupo cuya demografía explosiva –las parejas ultraortodoxas tienen descendencia de hasta dos dígitos- los están convirtiendo en un grupo muy a tener en cuenta en la vida política israelí. Actualmente, ocupan poco más de veinte asientos en el parlamento hebreo (Knesset, 120 escaños) y su incremento en la tasa de población va en aumento. Este grupo, además, está exento de cumplir el servicio militar obligatorio de tres años y pagan menos impuestos. Algunos israelíes seculares los consideran parásitos. Yo no diría tanto, pero sí tuve la impresión de que mientras unos deben estar 'puteados' tres años para defender su porción de territorio, otros se pasan sus días entre estudio y rezos, pero sin mover un dedo por su país. Si una nación extranjera invadiera Israel en Shabbat, los Haredim se lo mirarían sin mover un solo dedo.

Fenómenos emergentes como este grupo son los que, según algunos, pueden poner a muy largo plazo en peligro el propio estado de Israel. Y es que la presión social que los Haredim imponen es para muchos inaguantable, hecho que provoca que algunos hayan hecho las maletas con destino a Tel Aviv, ciudad mucho más occidental y tolerante. Otros, en cambio, van más allá y, poco a poco, se han hecho expedir el pasaporte de su país de origen por si la situación bélica vuelve a ponerse fea. No hay una corriente opuesta a la Aliyah, pero sí un lento y progresivo abandonamiento del proyecto de país.

1) Un judío ultraortodoxo se lava las manos antes de dirigirse a rezar al muro de las Lamentaciones.
2) Un pequeño Haredim observa lo que él nunca será, un soldado.
Fotos: E.T.

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De reojo:Próxima crónica: De cómo en menos de 10 metros convive el lugar santo de los judíos y el tercero de los musulmanes y cómo un simpático guía me comentó que su intención es ampliar la zona de plegarias de los judíos….pese a que dicha ampliación choca con los barrios musulmanes de la capital.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Los kibbutzim o la añoranza por una vida utópica

Hacia 1920 un grupo numeroso de judíos de todo el planeta empezaron a inmigrar en dirección a la entonces Palestina. Fueron en estos años cuando se empezaron a fundar los kibbutz. El de Beit Hashita, al norte del país y que recibió de bien cerca la artillería de Hezbolá en la guerra de Líbano de hace tres años, fue fundado en 1928. Ochenta años después allí se dirigió el Caminante para comprobar qué tipo de vida se vive en un kibbutz y para ver qué quedaba de aquella convivencia que tanto fascinó a miles de personas décadas atrás.

Me recibió y hospedó Zvika Dori, de 58 años y nacido en Iraq. Cuando no tenía ni dos años, él y su familia de once hermanos se trasladaron a Israel. Dori no piensa en volver al país árabe, no lo considera su país, sino sólo el lugar donde nació.

La llegada a Israel de los judíos presentes en todo el mundo, la Aliyah, es un fenómeno curioso: pese a que algunos conservan sus tradiciones de origen, caso de los ultraortodoxos centroeuropeos, muchos de ellos consideran, a mi parecer, que el lugar donde nacieron es puro accidente. Así se expresaron Lidia Jefetz y Alberto, ambos argentinos, que viven en Israel desde hace 18 y 38 años respectivamente. Judíos argentinos, marcharon de su Buenos Aires natal acusando un poco un sentimiento antisemita y buscando un lugar donde fueran uno más.

Los kibbutz ya no son lo que eran, o al menos eso pasa en la mayoría de los más de 200 kibbutzim que se extienden por todo el país. Zvika Dori me confesó en varias ocasiones su nostalgia por unos tiempos que ya han pasado. Tiempos en los que todos los habitantes del kibbutz desayunaban, almorzaban y cenaban juntos, tiempos en los que cada persona cedía la totalidad de su sueldo (fueran 1.000 o 10.000 shekels) a la comunidad y esta repartía el dinero en función de las necesidades de sus ciudadanos. Los abusos llegaron: unos pedían recibir más dinero para alimentar a sus mascotas; otros estaban hartos de compartir su salario con vecinos gandules. La privatización de muchos servicios fue otra estocada a este modelo de convivencia hijo de las ideas socialistas sionistas de personajes como Theodor Herzl.

Ahora, por ejemplo, la escuela ya no está en el centro del kibbutz ni los niños duermen en salas especiales al cuidado de un adulto que iba rotando en sus funciones. Hoy la escuela está en una localidad cercana (Beit She’han) y allí acuden los pequeños de todos los kibbutzim de los alrededores.

Pese a eso, algunos kibbutzim sí funcionan como antaño. En uno de ellos vive la pareja de Lidia. A él, la comunidad le paga el desplazamiento hasta Beit Hashita para ver a su compañera porque ésta vive a distancia. Todo un gesto que indica qué ambiente se respiraba en estos proyectos vitales israelíes.

En cualquier caso, el kibbutz y sus gentes me hizo pensar cuán extraño es este país que tanta polémica despierta. Por un lado, personas de ideas progresistas, que sólo quieren vivir en paz y que tienen en mente una idea de vida comunitaria; por otro, fanáticos religiosos dispuestos a cualquier cosa para llevar a cabo su proyecto mesiánico del Eretz Israel (Gran Israel).



1) Vista general del kibbutz de Beit Hashita
2) Un granero, antaño una de las fuentes de riqueza del kibbutz
3) Campo de algodón desde la casa de los Dori

Fotos: E.T.

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De reojo: Próximo capítulo: De cómo los judíos ultraortodoxos no hacen ni mili ni apenas pagan impuestos poniéndo así, según algunos, el futuro del estado de Israel en un brete.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Tel Aviv y la presencia militar en Israel

Mi llegada a Israel fue menos fiera de lo que me esperaba: el control de pasaportes, difícil en un país en continuo conflicto, fue extremadamente sencillo. Una chica de acento argentino y apellido Cohen me preguntó el motivo de mi viaje y pareció conformarse con la respuesta turismo. Mucho había oído hablar de la entrada al estado judío y de lo mal que te lo pueden hacer pasar los guardias israelíes, pero, en mi caso, la realidad fue bien distinta.

Pocas horas después llegué a Tel Aviv, concretamente a su estación central de autobuses. Allí me di de bruces con algo que me acompañaría durante buena parte de mi periplo por Tierra Santa: cientos de jóvenes vestidos de soldados campando a sus anchas por doquier. Y casi todos ellos armados con un fusil M16.


El servicio militar israelí es obligatorio para todos los jóvenes a partir de los 18 años y se prolonga durante tres más. Chicos y chicas reciben dicha arma y a ella deben estar pegados durante todo el servicio, como Quevedo lo estaba a una nariz. Una vez finalizan su ‘mili’ los israelíes suelen coger un año sabático (la India suele ser un destino recurrente para ellos), para después volver al país e iniciar sus estudios universitarios.

Estos soldaditos son enviados durante su etapa de formación a distintos puntos del país, que, dicho sea de paso, no tiene más de 500 km. de punta a punta. Los más afortunados patrullan una ciudad israelí del Mediterráneo. Los menos deben ir a la frontera norte con Líbano, o suroeste con la Franjade Gaza. Una vez acaban con estos tres años entran en la reserva, donde permanecerán hasta cumplir los 42 años. Hasta dicha edad, un mes cada año los soldaditos son requeridos para hacer un mes de refresco. Para ello pueden dejar el empleo o simplemente perderlo, que es lo que les pasa a aquellos que trabajan por cuenta propia, es decir, lo que en España serían autónomos. En este sentido, Gal Dori, de 33 años y que me hospedó en su casa en el kibbutz Beit Hashita es más afortunado: los tanques con los que hizo su mili están ahora desfasados por lo que tiene menos posibilidades de ser llamado a filas en caso de conflicto.

Tel Aviv es una ciudad que nació tras la guerra árabe-israelí de 1948. Su punto de origen fue Jaffa, un pueblo árabe. A partir de esta localidad las casas se desplegaron ocupando las dunas y las playas mediterráneas. Es por eso que es una ciudad nueva (Tel Aviv significa, literalmente, Viejo Nuevo), en la que lo que más destaca es, sin duda, la intensidad con la que sus gentes viven sus calles. Se dice que esta localidad es el lugar escogido por muchos israelís para huir de la presión social religiosa imperante en Jerusalén.

Fotos: E.T.
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De reojo: Próxima crónica: Como los kibbutz se erigieron como un modelo de socialismo utópico que marcó los prolegómenos de la creación del estado de Israel en 1948 y como ya no son lo que eran due to causas económicas.

martes, 23 de septiembre de 2008

Mis últimos minutos en Jerusalén

Jerusalén me despidió como nunca quise verla, mostrándome la peor cara de la hermosa tierra que la circunda. A pocas horas de coger el autobús camino del búnker/aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, un conductor suicida palestino embistió en una céntrica plaza jerusalemita a un grupo de unos veinte soldados. A los pocos minutos del atentado, este vuestro Caminante estaba en el lugar de los hechos, no por su olfato periodístico sino por puro azar.
Nervios, tensión, ambulancias, unidades móviles de la televisión, polícias apartando a los curiosos con malas pulgas, judíos ultraortodoxos gritando al unísono muerte a los árabes.
Así fueron mis últimos minutos en un país que nunca duerme.

Actualización a las 19:57: Hay disponible para todo aquel quien quiera una galería de imágenes de Israel en mi Facebook. Haced click aquí.

Foto: E.T.
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De reojo: Este es el primer capítulo de las crónicas que en los próximos días relataran el viaje de una persona curiosa a Israel.

jueves, 11 de septiembre de 2008

¡Jerusalén, Jerusalén!

Como si de un cruzado se tratase, en unos días viajo a Tierra Santa. Allí espero entender por qué en este rincón de mundo se cuece la madre de todos los conflictos. Espero ver y oir historias de ambos bandos y que de ellas pueda extraer una opinión. Espero ir más allá de la fría historia, de los 1948,1967, intifada uno, intifada dos, Oslo, Camp David y Arafat.
Si no puedo, al menos habré pisado una tierra distinta, aquella donde casi todo lo que somos empezó. Una vez allí quizás me dé por emular a esos cruzados que 2.000 años atrás llegaban a la ciudad tres veces santa y exclamaban, arrodillados: ¡Jerusalén, Jerusalén!

En cualquier caso, como dijo un lector de esta bitácora, espero volver diferente.

Foto: Caminante sobre el mar de niebla (1817-1818). Caspar David Friedrich
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De reojo: Dios, Yahvé y Alá bendigan a El Caminante, que va diciendo por ahí que su otoño llegará con cambios.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Una de Luis Cernuda

Nunca he sido amante de la poesía. Sin embargo, siempre me ha gustado este poema que abajo os presento y que descubrí en la asignatura de Literatura española cuando era estudiante de COU. Desde el primer día que lo leí me entusiasmó, y por ello lo he querido compartir con quienes se dejan caer por este espacio.
Hoy he vuelto a leer estas líneas tras llegar a ellas por azar, si es que el azar existe.

Te quiero.


Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

Luis Cernuda. Los placeres prohibidos (1931)

Foto: E.T.
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De reojo: Lance Armstrong volverá a disputar el Tour de Francia, según él, para despejar la duda del dopaje que cierne sobre su persona y para dar más publicidad al cáncer. ¡Vamos Lance, estoy contigo!

jueves, 4 de septiembre de 2008

Papa cuéntame otra vez

"Qué lejos queda Jean-Paul Sartre, qué lejos queda aquel París", dice un Ismael Serrano con voz trémula en esta tal vez su mejor canción. También habla de "ese guerrillero loco que mataron en Bolivia". Clara alusión al Ché Guevara, del que se acaba de presentar una película.


De reojo: Dice un estudio que los catalanes estamos perplejos por la situación que vive este país. De entre los motivos que se esgrimen está "la toma de conciencia de que Catalunya ha dejado de ser el motor de la economía y de la modernidad de España" o "la denominada 'desafección' de la población hacia la gestión pública". Estoy de acuerdo con el estudio, pero creo que es un poco benevolente. ¿Acaso Montilla y sus leguleyos no tienen más responsabilidad tras su continuos vodeviles?