Como un viernes cualquiera, la joven –debería tener unos 20 años– se ha puesto su mejor conjunto y ha salido a la calle, a disfrutar de un viernes noche tal y como haré yo en unas horas. Era una chica moderna, de las de hoy, que diríamos. De su ropa una cosa me ha sorprendido. Para protegerse del frío de Madrid, la chica llevaba un keffiyeh, el típico pañuelo palestino que popularizó Yasser Arafat, difunto presidente de la ANP.
No es la primera vez que veo estos pañuelos por la calle. Los venden en un mercadillo cerca de mi casa, a poco menos de 5 euros y de todos los colores. Parece que están teniendo buena acogida en esta ciudad. Desconozco lo que pasará en otras ciudades, pero me temo que el fenómeno será el mismo. Y es que cuando una moda llega, es como un tsunami: casi nadie está a salvo y casi todos, queramos o no, acabamos sucumbiendo a su fuerza.
No obstante, aunque la teoría está clara, no deja de sorprenderme cómo una moda así se ha esparcido por la sociedad. Recuerdo años atrás como el pañuelo palestino, si bien era en su versión original blanca y negra, era sinónimo de rebeldía, inconformismo y protesta. Significaba una identificación con Palestina en el sempiterno conflicto de Oriente Medio. Significaba, además, la lucha contra la ocupación israelí, en particular y, pienso, contra la ocupación mental a la que se nos quiere someter, en general.
Pero la moda llegó y una prenda que significaba tanto ha perdido su valor. Desconozco cuál fue la mente pensante que ideó comercializar el keffiyeh. Quizás fue el diseñador Balenciaga, según dice esta web. Sea como fuera, este es otro ejemplo de descontextualización. Dudo muy mucho que quienes llevan dicho pañuelo sepan de su origen y todo lo que a este trozo de tela se asocia. Puede que no. Dudo que no. Pero el mal ya está hecho. Un keffiyeh ya nunca será lo que era, porque el fenómeno de la popularización ya lo ha adoptado para sí, robándole su significado y convirtiéndole en una cosa plana, típica, alejada de los ideales de libertad que un día simbolizó. Cosas así, nos convierten, a mi juicio, en una sociedad más moldeada, más homogénea y menos libre.
---------------------------------------
De reojo: Final de la primera etapa de la meva estada a Madrid. En uns dies torno a casa, com si fos el turró El Almendro. Tinc ganes de veure el mar.
2 comentarios:
El mercado todo lo engulle y domina. Lo ha hecho con la foto emblemática del Che, con imágenes terribles de la guerra de Vietnam, con los panteras negras de USA, etc. etc., y no sorprende nada que incluya entre sus productos de gran venta el pañuelo palestino. Es el mercado, amigo mío, y contra eso cualquier resistencia es vana. Con todo, siempre sabremos distinguir al sujeto que se lo pone como prenda decorativa y quienes se arropan en él como testimonio de apoyo a un pueblo maltratado y humillado hasta el horror, mientras la plácida Europa se mira el ombligo ensombrecido coqueteando con el Estado sionista y preocupada por ser algo cuando algo sucede. Vivimos en un mundo de imposturas, pero también en medio de la vacuidad nos encontramos con sinceridades admirables, que bien pronto se distinguen si se quiere encontrarlas.
Cierto. Yo también me había fijado en esta moda de la palestina en Madrid. Casi todas las chicas de mi facultad la llevan: rosa, azul celeste... Resulta que las venden en Bershka y otros santuarios de Inditex, y eso lo explica todo, además de los mercadillos y en el Rastro que también las he visto. Pregunté -porque yo estaba extrañada- no hace mucho a una compañera sentada en la mesa de al lado si era por alguna razón, y me dijo que no, que simplemente eran bonitas, y que tenía una colección de palestinas, hasta una de los colores del arco iris. Y ahora he vuelto a casa, y ni en Tarragona ni en Reus ni en Valls se deja ver la gente con palestina, sólo esos pocos amigos que la lucen porque no se dejan llevar por la moda y saben a lo que van.
Espero que haya ido bien tu primeros meses en Madrid!! Molt bon Nadal!!!
Publicar un comentario