jueves, 20 de noviembre de 2014

La duquesa de un país

La Duquesa de Alba, fallecida hoy en Sevilla, siempre será recordada con esa anécdota que, quizás, nunca existió: cuando Cayetana Fitz-James Stuart se veía de frente con el entonces Rey Juan Carlos, era él, y no ella, quien tenía que agachar la cabeza y hacer una reverencia. Esta anécdota, quizás inventada, refleja el enorme poder o rango de una mujer que es historia viva de España. Historia por el apellido que ostenta y por la Casa que representa. Historia porque explica las últimas décadas de Andalucía y ejemplifican como el dinero otorgado por Bruselas en la llamada PAC (Política Agraria Común) acabó en manos de muchos terratenientes, esto es, propietarios de tierra que han sido fuertemente subsidiados por el simple hecho de poseer terrenos.

La Duquesa de Alba debe parte de su fortuna estimada en unos 3.000 millones de euros a estos subsidios. También, lógicamente, a la herencia recibida por ser heredera de un linaje que se remonta a al siglo XIV. Cayetana, en cualquier caso, representa a esa España perezosa, improductiva, subsidiada, dedicada, al menos en los últimos años de su vida, a figurar. Una característica que se ha extendido en gran medida a sus hijos, especialmente los dos más mediáticos, Eugenia y Cayetano.

Decía un representante de la progresía como Alfonso Guerra que Cayetana se puso el mundo por montera. No dudo que fue así. No obstante, existen muchos otros ejemplos, acaso mejores, de personas que deberían copar los telediarios y no una persona que ejemplificó, quizás, sin quererlo los defectos de un país.

Foto: http://mjuliarossi.blogspot.com.es/
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De reojo: Confirmado el adiós de Alonso de Ferrari. No entiendo bien cómo una persona de su talento lleva tantos años sin levantar cabeza, incluso habiendo conducido las mejores marcas del paddock.

sábado, 4 de octubre de 2014

In memoriam

"Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la consideración opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad perfecta. Los momentos que se oponen a la realización de uno y otro estado límite son de la misma naturaleza: se derivan de nuestra condición humana, que es enemiga de cualquier infinitud. Se opone a ello nuestro eternamente insuficiente conocimiento del futuro; y ello se llama, en un caso, esperanza y en el otro, incertidumbre del mañana. Se opone a ello la seguridad de la muerte, que pone límite a cualquier gozo, pero también a cualquier dolor. Se oponen a ello las inevitables preocupaciones materiales que, así como emponzoñan cualquier felicidad duradera, de la misma manera apartan nuestra atención continuamente de la desgracia que nos oprime y convierten en fragmentaria, y por lo mismo en soportable, su conciencia."

Si esto es un hombre, Primo Levi. Turín, 1956.