
La película explica la historia de un director de cine israelí en la cuarentena que hurga en su pasado de joven soldado para hallar cuál fue su papel en el funesto episodio que costó la vida de entre 400 y 3.500 personas. Los responsables de la matanza fueron falangistas cristianos que penetraron en Sabra y Shatila a la búsqueda de terroristas palestinos. Lo que encontraron fue gente inocente a la aniquilaron ante la pasividad y aquiescencia de Israel, que no hizo nada para frenar la sangría.
La pasividad del Tsahal, por entonces bajo órdenes del ministro de Defensa Ariel Sharon, fue similar a la de las tropas holandesas en Srebrenica. Allá en 1995, el ejército neerlandés, bajo mandato de Naciones Unidas y capitaneado por Thomas Karremans, dio su aquiescencia a la entrada de tropas serbiobosnias al enclave bosnio en Serbia. La pasividad holandesa dio pie al genocidio de más de 7.500 varones musulmanes.
Quizás algún día se ruede una película de Karremans. De momento debemos conformarnos con este Vals con Bashir, al que la Academia le ha negado el premio, que gustoso le da el Caminante.
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De reojo: Buen papel de la prensa de este país con la secuencia PP-Corrupción-Cacería-Bermejo. Soy consciente que le virulencia de El País contra el PP nunca podrá dirigirse también al PSOE, y que El Mundo no dará los mismos palos a Rajoy que a Zapatero. Pero, al menos, han cumplido su papel aunque sea más por venganzas personales que por voluntad de informar con neutralidad. Asumido que el periodismo nunca será objetivo, al menos que sea fiero y valiente con el rival ideológico. Mis felicitaciones a ambas publicaciones.