jueves, 19 de julio de 2007

La iglesia ciega

La doctrina católica, heredera de Jesús de Nazaret, está basada, en parte, en los Diez Mandamientos, aquéllos que la Biblia dice que recogió Moisés recién esculpidos en el Monte Sinaí. Son indicaciones que todo cristiano debe seguir en su totalidad. Algunos de ellos, además, tiene mucho de humanismo.
Entre estos preceptos no se incluye mención alguna a callar bocas mediante una ingente suma de dinero. Sin embargo, eso es lo que ha hecho el Arzobispado de Los Angeles, que ha pagado 478 millones de euros para frenar la catarata de denuncias por abusos sexuales perpetrados entre 1940 y 1990 por sus sacerdotes.

La cantidad abonada –82.000 millones de las añoradas pesetas– evitará que el Arzobispo de la ciudad angelina, Roger Mahony, tenga que declarar por boca de algunos de sus piadosos colegas y, sobre todo, explicar porque la Iglesia ocultó semejantes atrocidades, a pesar de, en muchos casos, conocerlas.

Los abusos a menores en el seno de la Iglesia no son nuevos. Repasando cualquier hemeroteca impacta ver el gran número de casos que han acabado, a diferencia de éste, con denuncias y/o condenas. Esta lacra se hace especialmente frecuente en Estados Unidos. Uno de los casos más recientes tocó de lleno el Arzobispado de Boston, y ello provocó la dimisión del máximo prelado de la diócesis. El Papa aceptó la renuncia y allí paz y después gloria.

Obviar los casos de abusos sexuales por parte de la Iglesia es una muestra más de la profunda hipocresía de esta trasnochada institución que vive absolutamente de espaldas a una sociedad que, para su frustración, les da la espalda también. Cada paso que da el Vaticano –y con Benedicto XVI aún más– ahonda en esta zanja que ya nunca se estrechará. La Santa Sede, desde su hermoso palacio vaticano, no sabe como invertir esta situación, que está causando fenómenos que hasta entonces parecían imposibles, como la pérdida de adeptos en países tan afines como Brasil. En España, personajes de apariencia siniestra y de pensamiento inquisitorial como Rouco Varela no paran de romper cualquier nexo de unión con la sociedad, como la clausura de la Iglesia San Carlos Borromeo de Vallecas. En otras partes del planeta, como en África, la obstinación en prohibir los preservativos hace que el Sida campe a sus anchas entre la desnutrida población del continente negro.

Ante la profunda crisis de la Iglesia Católica, podridamente multimillonaria, e hirientemente tacaña, creo que es momento de separar el trigo de la paja. Es momento de valorar cual es el mensaje cristiano, y, por encima de todo, recuperar las palabras de Jesús de Nazaret, un individuo avanzado a su tiempo que propagaba un mensaje de amor y paz. En este sentido, es vergonzoso comprobar cómo los gerifaltes de la Iglesia de San Pedro han pervertido este mensaje.

El futuro de la fe cristiana seguirá porque siempre habrá gente que siga los que estaba escrito en las tablas que Moisés recogió en el Sinaí, y porque siempre habrá gente al que un ser superior, su Dios, les ayuda o acompaña cuando lo piden. En este momento de la historia, en que Internet ha roto muchas estructuras, la próxima en desvanecerse podría ser la Iglesia Católica, siempre y cuando no recapacite y despierte de su letargo de 2.000 años.

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