viernes, 4 de abril de 2008

Viaje al corazón del Imperio

Recientemente, ‘El Caminante’ se desplazó a Madrid donde disfrutó de un magnífico fin de semana. Me gusta Madrid. Ya me gustó las veces que la conocí hace un tiempo y me gustó este último viaje. Es una ciudad diferente de Barcelona, pese a que, en términos generales, hay una correspondencia entre sus barrios y los nuestros. En este sentido, diría que Gràcia, alternativa y subversiva, sería Malasanha; Pedralbes, ‘high’ y clasista, sería Salamanca; el Born, ‘fashion’ y rompedor, sería La Latina; el Raval, mestiza y cosmopolita, sería Lavapiés; Nou Barris, obrera y popular, correspondería a Vallecas. Y así muchas más. Se aceptan más comparaciones.
Decía que es diferente por la actitud de sus gentes. Me sorprendió la multitud que había en las calles de Madrid a todas horas. En Barcelona –y en España en general- vivimos la calle a plena intensidad, pero lo de la capital es superior a lo que vemos aquí. Me chocó ver muchos bares del centro llenos a rebosar a todas horas. Lo curioso del caso es que la gente no comía ‘entaulats’ (sentados) como decimos en catalán, sino que estaban de pie, cerveza en mano, fumando, charlando y gritando. Me recordó a las fiestas populares, cuando, a altas horas de la noche, los cubatas ya hacen de las suyas.
De Madrid también me gustó sentir su áurea mítica. Dicen que mucha gente conoce Nueva York sin haberla pisado en su vida sólo por haber visto toda la filmografía de Woody Allen. Madrid podría ser algo similar, pero los lugares míticos son, para un plumilla como yo, lugares tan dispares como los Ministerios, el Congreso de los Diputados, el Senado, o el Santiago Bernabéu. Son lugares que para un lector de prensa empedernido suenan casi familiares, puesto que siempre protagonizan cuantas crónicas o líneas lee u oye. Un lugar así, además, tiene, a mi juicio, cierta atmósfera de poder. Es allí donde se deciden las cosas que, en nuestro rincón peninsular, tanto o tan poco nos afectan.

Foto: E.T.
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De reojo: Feo queda decirlo pero en mi periplo capitalino estuve tan cerca del Santiago Bernabeu que no pude hacer otra cosa que no fuera erigirme en adalid de los culés y escupir a tan infecto escenario. ¡Força Barça!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Feo queda decirlo, pues a pesar de que no serias el unico que lo haria. Debes a tu profesion ser imparcial, al menos, de cara a la galeria.
Aunque libre eres y comparta lo mismo!!!

Gorebil dijo...

Me alegra que lo pasaras bien en Madrid. Sigo alucinando con el aura de podger que para algunos tiene Madrid... Obviamente soy completamente ajeno a eso, pese a vivir en plenos nuevos ministerios, pero creo que lo seguiría siendo en todas partes. Quizá si me sentara en el despacho "oral" de la Casa Blanca... y ni aún así. Yo creo que como al marciano que se encuentra un tricornio, se lo pone y se empieza a poner de mala leche, allí me entrarían ganas de invadir algún país del que no haya oído hablar jamás y en el que seguro que está metido Alí el químico...
Como bien has dicho, en Madrid lo que se lleva es irse de tapas, y aquí Dios y después Gloria, máxime a la salida del Congreso, que ahí se lleva mucho lo de estar a tortas en los discursos, y luego con las cañas, tan amigos.
Vamos, que nadie en Madrid piensa que vive ni en la capital, ni el centro de un imperio en el que no se ponía el sol, ni ná de ná. Madrid sólo tiene de capital que está abierta a todos los españoles. El que vive en Madrid, es de Madriz, y punto, y esto es así, y punto pelota, y a echar humo por la M-30.
Y no escupas a los monumentos, hombre, que queda mu' feo.