viernes, 31 de agosto de 2007

Demostrar la pena

Semana luctuosa la que está a punto de acabar, con las muertes de la actriz Emma Penella, los literatos Francisco Umbral y José Luís de Vilallonga, y el futbolista Antonio Puerta. De todos estos decesos, el que más pasión ha levantado, tanto entre la gente de a pie como en los medios de comunicación, ha sido la de este último. Los motivos se deben a la enorme proyección pública del sujeto y a la juventud del mismo, así como el hecho de que su muerte haya sido seguida en directo por todo el país. Desde su salida aturdido de la hierba del Sánchez Pizjuán hasta el anuncio oficial del óbito, el sevillista vivió un estrecho marcaje al hombre.

No son pocos los que ya se han apresurado a asegurar que el legado de Puerta ha sido, entre otros, hermanar a dos aficiones históricamente irreconciliables como la del Betis y la del Sevilla. En este sentido, todas las televisiones han aplaudido el milagro y han hecho suya la catarsis colectiva, recreándose en mostrar como los béticos cantaban el himno centenario del Sevilla y como los rojiblancos canturreaban el ‘Musho beti’.

La muerte de cualquier persona nunca está acompañada de un “se lo merecía”, aunque el fallecido no sea cercano ni amigo. Cuando a alguien lejano le llega el final, el ser humano tiende a compungirse y a hacer una especie de expiación de sus odios, envidias, o desprecios para demostrar que, pese a las diferencias que hubo en vida, uno siente la pena en su interior. Una demostración de esta desolación se puede hacer más visible con la renuncia a las señas de identidad propias para abrazar las del muerto.

En este sentido, béticos y sevillistas han querido demostrar su madurez y ‘fair play’ abrazando los símbolos rivales como si fueran los propios. Lo veo exagerado y caricaturesco. Las continuas muestras de afecto a Puerta, podrían ser igual de intensas con un bético vestido de paisano, sin hacer gala de sus colores. No es necesario demostrar que abrazas al rival cuando éste está hundido, para demostrar que tu pena es mayor. Por ello, intuyo que cuando Puerta no sea más que un recuerdo feliz, asistiremos a nuevas y agrias disputas entre los presidentes de ambos clubes.

Del mismo modo, sanciono todo aquellas muestras de pena que van más allá de una o mil lágrimas. Abogo por hacer un acto de constricción y llorar la pena solo o con los seres queridos, porque considero que esta es la pena más sincera. Asimismo, rechazo que el acto de muerte tenga tintes festivos, como los vividos en Sevilla cuando la afición cantaba igual que si hubiese marcado Kanouté. Un episodio de esta naturaleza se vivió con la muerte de Miguel Ángel Blanco hace diez años. Aún no comprendo como el gentío podia demostrar su pesadumbre con los gritos de hooligan: ‘ETA, escucha, aquí tienes mi nuca’.

Con todo, desde esta humilde bitácora, mandar un cálido abrazo a la familia y entorno del lateral. Descansa en paz.

2 comentarios:

Jaume Pi dijo...

Certament, costa d'entendre a qui o a què s'aplaudeix al pas del fertre; potser és una reacció passional com a resposta a la ràbia o a la impotència, potser un acte de donar ànims a la família i a l'equip, potser és que el comiat als herois té uns rictus diferents...

Anónimo dijo...

estoy totalmente de acuerdo.
se pueden dar muestras de cariño hacia el fallecido sin hacer teatro. a buen seguro que sus familiares lo agradecerían mucho más.